Qué sentido tiene todo, si un día este todo se irá.
Qué es ese todo que anhela mi alma,
que añoran mis lágrimas.
Ese todo por el que mi corazón late insatisfecho,
late con dolor, con ganas de saltar al abismo en busca de ese todo.
Quisiera poder convencer a mi sed
que ese todo no es más que un soplo del aire de otoño,
un suspiro de ese ser enamorado sentado en el anden.
No es más que un recuerdo nostálgico
por el que la pena de las almas rotas pagaría con olvido.
Quisiera poder convencer a este ignorante corazón
que el todo por el que lloró no es más que un efímero latido del invierno,
un eterno segundo de la estación de tren donde viaja el amante,
no es más que un frío aleteo del pájaro gris.
Quisiera poder convencer a mi llanto
que ese todo por el que vacía el alma
no es más que una triste sonrisa imperceptible
en el rostro de la mujer que alimenta con sus historias las palomas del parque.
No es más que un desesperado grito de las cartas mudas
que nunca se enviaron,
o no más que el silencio de las que nunca fueron leídas.
Quisiera poder convencerme
que ese todo no es más que una lágrima de la nube
que abraza el cielo en una triste y fría noche de diciembre.