El café; y tú.

El primer café y tú no estás.
Suspiro por cada defecto y dibujo mariposas en el espejo, ya borroso.
Recito el verso que despide el poema de la noche y entre rimas guardo el último suspiro que no me atrevo a echar, por si el espejo me lo roba.

El segundo café y tú no estás.
La vela se está haciendo más pequeña y la llama cada vez tiene más sed.
La locura corre cada vez más deprisa y arrastra con sí la pizca de cordura que até con fuerza a la razón, por si algún día te pensaba.

El tercer café y tú no estás.
Ya está lloviendo y el sol sigue sin asomarse.
Ya no quedan migas de pan que seguir y la paloma, aún desorientada, sigue con hambre.

El cuarto café y tú no estás.
El mar ya no espera al viejo y éste ya murió acostado con Esperanza.
Las paredes cada vez son más oscuras y las luciérnagas ya se han suicidado.
Ya no hay ruido en la calle, supongo que ya callaron todos mis demonios.

El quinto café y tú no estás.
El reloj sigue parado, por si vuelves y quieres retomar la vida desde el momento en la que la has dejado.

El sexto café y tú no estás.
La certeza está empezando a dudar del tiempo y éste sigue parado, esperándote.
El gato se suicidó seis veces y ahora está en el séptimo puente de la ciudad.
Ya no hay más sombras que dibujar, ni siluetas que abrazar.
El día sigue gris y el café se está acabando.

El séptimo café y tú no estás.
El olvido está llamando a mi puerta y no me atrevo a abrir.
El tiempo y la certeza se abrazaron y mi último suspiro se escapa por la ventana. Ya no hay más salidas.
Abro la puerta y abrazo.

Qué lástima, el primer café y tú no estás.

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